Desde temas que podrían ser de Unholy Affliction, hasta pistas que parecen sacadas del “Souvlaki” de Slowdive.
El misticismo, el simbolismo y hasta la magia se dan la mano a lo largo de un disco en el que tienen cabida desde el tránsito de las reflexiones más oscuras de la cantante estadounidense (quien desnuda sus más privadas zozobras reconociendo que llegó a entender los motivos que llevaron a Sylvia Plath al suicidio), hasta el bosquejo de evidentes signos de ese hartazgo generacional, donde compara su cuerpo con el de una camioneta anticuada y obsoleta entre punteos que coquetean con el country (‘Feel It All The Time’) o reconoce lo intensa y dura que la fama puede llegar a ser para una joven artista (‘Still’). En ese juego de contradicciones que el mismo propio título del LP refleja, es donde vemos la cara más honesta de la cantautora, precozmente machacada por esta nueva crisis de los veinte que acontece a las venideras generaciones y que, a pesar de esas apáticas tinieblas, sus representantes continúan tratando de encontrar una esperanza que dé brillo a sus propósitos futuros.